
Antes de llegar a Roca pasamos por Guanajuato, ahí fue donde almorzamos, ahí estacionamos la camioneta y anduvimos por sus calles y tuéneles, la infraestructura subterránea de la ciudad es algo nuevo a nuestro sentido de la vista, los tuéneles son antiquísimos, empedrados sus muros, toda una red comunicativa que va y viene, incluso tienen paraderos de buses en ese lugar, escaleras que llegan desde la superficie con transeúntes que desean tomar fotos, agarran un bus o un colectivo o simplemente caminar por entre las carreteras profundas. Guanajuato también es patrimonio de la humanidad, también brinda esa arquitectura colonial que mantienen la historia desde sus muros tanto dentro como fuera de ella, una ciudad muy linda que crece hacia sus periferias como toda gran ciudad pero que mantienen la esencia que dejaron los invasores de estas tierras y que en esta época es tan llamativa y lucrativa mediante el turismo, a ella volvimos dias despues en un tour mas completo que nos llenó de satisfacción.
Pasamos cumpliendo cada ítem escrito en el papel, comimos, escalamos, descansamos, vimos, visitamos y llegamos; la familia de Fernando nos estaba esperando con la merienda-cena ya preparada, su hermana nos recibió junto con los demás integrantes del hogar, nos ubicaron y luego de unos preliminares, compartimos el alimento destinado a la bienvenida. El resto de días que anduvimos por acá fuimos consentidos en cuanto a lo gastronómico de manera muy familiar y atenta, la dueña de la cocina se pasó señores un aplauso para ella… clap, clap, clap.
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