martes, 3 de agosto de 2010

Las comunidades

En la Ceiba existen un sinnúmero de comunidades, es un espacio donde nos encontramos con una rareza de la historia por así llamarlo: Los garífunas. Este pueblo afro-descendiente nunca llegó a ser esclavo en América, revisen su origen en San Google para que se enteren un poco al respecto, pues hacerlo yo acá sería bastante complicado.

Fuimos de visita a dos de las comunidades que están asentadas en la costa, es obvio que no son comunidades latifundistas, es gente de bajos recursos, falta de estudios pero con una música muy rica, de ahí sale la sopa de caracol, que no es gran ejemplo pues comercializó el ritmo punta y ya muchos no quieren tocar sino eso nada más porque da billete, el tema está cantado en lengua originaria garífuna. Nos entristeció sobre manera el hecho de que siendo dueños de tanta riqueza en ritmos y géneros, al pasearnos por las calles de Sambo Creek o Corozal, solo pudimos escuchar de manera casi exclusiva… el regetón.

En Corozal tuvimos la oportunidad de reunirnos con jóvenes entusiastas dedicados al teatro, en un restaurant que alberga en su gran sala, al Museo de la cultura Garífuna, ahí pude ver todos los implementos para hacer el casabe y recordé la pared de la casa la playa allá en Chichirivichi de Falcón. Asistieron varios chicos a la reunión, nos expusieron parte de sus proyectos e inquietudes con respecto a lo que sucede con su cultura, compartieron ideas y preocupaciones, nosotros escuchamos e intercambiamos información, preguntamos, aprendimos, anotamos… las cosas no están fáciles por acá, la invasión auditivo cerebral que sufren es tremenda y aunque nos dio gusto ver que gente tan joven este preocupada de cosas importantes en torno a la etnia y la conservación de la identidad, la preocupación o más bien la tristeza que nos dejó el corto paseo que dimos por el pueblo y por las mentes de estos chicos nos pone a pensar ¿hacia dónde quieren llevarnos? ¿Qué se pretende?

La misma situación la vivimos en Sambo Creek, esta vez nos reunimos con muchachos que hacen música, que tratan de mantener vivas las tradiciones, también asistieron un par de señoras mayores y un cantautor del pueblo. Tuvimos la misma sensación, los chicos expusieron los mismos problemas: la falta de apoyo, de interés, de condiciones. Cuando los vimos bailar con aquella fuerza, entereza, pasión, no pudimos sentir más que admiración por ellos y rabia por aquellos que deberían hacer algo pero que hacen la vista gorda, en la orilla de las playas de Sambo Creek solo logramos escuchar ese ritmo ya innombrable para mí, esas letras banales… Mis queridos muchachos, no la veo fácil, ojala la necesidad no los haga claudicar y porfíen hasta lograr sus objetivos.

Por último subimos a la comunidad campesina de Pital a las orillas del cangrejal, acá no compartimos con la comunidad sus inquietudes pero pudimos ver como se mueve la onda por parte de la ONG Un Mundo, que nos invitó a participar en su proyecto, aportando nosotros nuestro trabajo. Las condiciones de vida son bastante ínfimas, el transporte urbano existe pero con limitaciones serias, los rostros de la gente muestran felicidad, pero también descontento, los niños deben salir a vender productos caseros entre las mismas familias vecinas. La vida, el diario bregar, la supervivencia por estos lares es tremenda, bueno como en tantas partes en las que hemos estado. Nuestra pernocta en esta visita fue muy particular, nos quedamos en las oficinas de la ONG literalmente a orillas del río Cangrejal, fue toda una experiencia, toda la selva se escucha, se siente en el silencio de la nocturnidad, creo que Luz no la pasó muy bien jeje.

Les dejamos un gran abrazo y nuestro más sincero agradecimiento por compartir sus inquietudes, músicas, ritmos, sonrisas y preocupaciones. Les deseamos la mayor de las suertes.

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