domingo, 19 de diciembre de 2010

El concierto

Esto está de pelos gente, el escenario es a orillas del mar, gigantesco, hermoso, muy buen sonido, luces para todos los gustos, se espera la asistencia de unas dos mil personas, Francis, Tino y todo el equipo andan de arriba para abajo, en correrías de última hora a pesar de que la organización esta de lujo. Todos trabajan a la par, no importa el cargo que se desempeñe, el mismísimo concejal de cultura empieza a acomodar sillas, nosotros somos ubicados en el camerino mientras se terminan los detalles de instalación y microfonía, pero nos escapamos a dar una pequeña vuelta para ver qué ondas. El color del mar es impresionante, la playa no es muy grande y estamos cerca de la zona donde más viento corre en la isla, así que el horizonte terrenal nos regala el constante movimiento de las grandes aspas que generan energía eólica. La tarde va cayendo, nosotros terminamos con la prueba de sonido, el concierto nuestro tiene permiso de durar hasta hora y media, después tocará un artista canario llamado Andrés Molina, ex compañero de Pedro Guerra en “Taller canario” un tipo bien simpático, que también contaba con hora y media para su show.

Me quedé en que el color del mar es impresionante, el agua transparente y como el espacio para asolearse es escaso, se han colocado plataformas de madera sobre las rocas para que la gente haga lo propio y disfrute de su tostadora corporal.

Llegó la hora de los qué hubo y arriba macho que la pelea es peleando. Estuvo muy pero que muy lindo, mucha gente, la infraestructura resistió nuestras melodías, armonías, composiciones y todo, el público estuvo muy ameno, gentil, agradecido por lo que les regalábamos. Pero no todo lo brilla es oro gente, yo tuve un pequeño inconveniente que quiero compartir. Existieron en mi persona momentos de verdadera tensión cuando cerca del lado izquierdo del escenario, entre el mismo entablado y el mar, se canaron todos los niños que bajaron con sus padres al espectáculo y al unisonó comenzaban a gritar voz en cuello cualquier niñería “corre, corre” “dale dale” “suéltame”… me sorprendieron y lograron desconcentrarme en ese momento, la vaina se convirtió en un jardín de infantes mientras yo trataba de volver al mundo de los adultos y a mi profesionalismo con todas mis fuerzas para no perder el control del instrumento y las letras, la cosa fue como si viniera un tipo por atrás sin que te dieras cuenta y te pegara un grito en el oído, más o menos así me sentí. Al final según cuenta la leyenda y también nuestro amigo Tino, la presentación salió estupenda y bella, pero estuvo difícil desde ese punto de vista porque los chiquillos agarraron de punto, justo ese lado y retumbaban en mi oído como si estuviéramos todos encerrados en un cuarto pero a pesar de eso, volví en mi mayor con la séptima mayor también, superé el sorpresivo momento, y me dedique a lo mío; lo disfruté, lo viví, lo vacilé con intensidad, como siempre, luego nos quedamos un rato largo a escuchar el trabajo de Andrés, que estuvo muy chévere. Estaba presentando su último CD y se explayó como dos horas y media. A nosotros nos ganó el cansancio y después de hora y pico de espectáculo, nos fuimos a nuestro cubil. Mañana será otro día y hay que aprovecharlo. Estaremos disfrutando de la segunda y última parte de “Una mar de encantos”

No hay comentarios:

Publicar un comentario