jueves, 25 de noviembre de 2010

Una escapada

El pana Lucas nos dejó su carro, el se movilizaba en moto hasta su trabajo y Elena tiene su propio vehículo, nos recomendaron que fuéramos a los gigantes “una playa muy linda” nos dijeron, así que ni cortos ni perezosos nos dirigimos hacia allá.

El camino es largo, cerca de una hora a ciento quinientos por la autopista, hasta que esta se acaba y comienzan los caminos rurales, hacia el sur. Disfrutamos mucho de esta primera parte del paseo, llegamos a la zona recomendada y hubo que sufrir un poco (bastante) para estacionar, recuerden que estamos en verano y que muchos tienen vacaciones y otros tantos se vienen a turistear. Encontramos donde dejar el carro y bajamos hasta la playa, mientras caminábamos íbamos tomando nota mental de dónde comeríamos a la hora pertinente, también nos caían como moscas las señoritas que ofrecían un paseo por las aguas para ver ballenas enanas (no se la especie pero son tan chicas como un delfín), delfines y que se yo. Cuando llegamos a la playa nos encontramos con la gran sorpresa de que la habían cerrado, hacia unos días atrás se desprendió una roca y dos personas perdieron la vida. Caballero no mas, a retroceder. Hay un pequeño embarcadero acá en los gigantes, en torno a él se encuentran todas estas compañías de lanchitas viajeras que por la módica suma de diez euros, en el lapso de una hora prometen las susodichas ballenas, delfines, vista marina a través del piso transparente de la lancha y además un piqueo y bebidas a bordo. Luz María puso su cara de “anda Eu ¿si?” y por supuesto que sí, nos subimos, y emprendimos la faena. Había unos menores escandinavos en la nave, eso traería consecuencias.

Las ballenas brillaban por su ausencia, los capitanes se comunicaban por la radio y si alguno divisaba al grupo de ocelotes, avisaba al resto para que el público no reclamara, se nos dijo que a chorrocientas millas náuticas hacia el continente había una pareja de ballenas copulando, que para allá íbamos. Al surcar mar abierto por solo tres minutos, los infantes empezaron a gritar y a descomponerse, el capitán, sin comunicárselo a nadie ni pedir opinión prefirió emprender la retirada, en pro de los menores (yo quería matarlos) "vamos a donde los delfines señores, las ballenas están muy lejos y nos es conveniente por el oleaje”. Llegamos a donde los famosos delfines que en realidad eran unos oportunistas que estaban a la caza de los peces que se escapaban de un par de criaderos que habían cerca de los acantilados, pero no tenían ninguna gracia, ninguno se movió como flipper o se acerco a la lancha, estaban engulle que te engulle y nada mas (patético), Luz dice que si eran graciosos, que a ella la saludaron y todo, yo tengo mis dudas y como no quiero entrar en conflictos en esta bitácora, le doy la razón y olvídense de los demás. Dejamos a los comilones y fuimos hacia otro punto bordeando los gigantes – el nombre que reciben estos grandísimos acantilados bordean gran parte de estas playas – llegamos al sitio previsto, la lancha abrió sus compuertas del piso y….. nada, ni un solo pez, solo piedras y fondo marino, coñooo porque no contrataron a alguien para que se disfrazara de sirena por último, ya no ya pues, y del piqueito nada. Resulta que nadie había leído el folleto donde se explica el derecho a piqueo y bebida, nosotros sí pero no teníamos muchas ganas. A Luz se le ocurrió tremenda idea y le preguntó al capitán si podíamos bañarnos en esas maravillosas, azules y cristalinas aguas. El tipo dudo pero su cabeza ponía en la balanza: no ballenas, delfines medio bambas, no vida marina en vivo, mejor les doy un tiempito y así no piden el dinero de vuelta….. Y nos lanzamos al agua, que rica estaba y que belleza caray, las fotos hablan por sí mismas. Al subir reclamamos nuestra chela, al viaje le quedaban menos de 10 minutos de regreso bordeando los gigantes, se nos ofreció una segunda pero la rechazamos, fuimos los únicos que bebimos y a los menores escandalosos les recompensaron la que se mandaron con unos doritos.

Llegamos a tierra firme y el hambre apremiaba, el paseo a pesar de los pormenores estuvo muy simpático y bonito, los paisajes son de “ya no ya” mis amigos, una belleza. Nos metimos a un restaurant a comer, estaba muy rico, salimos, tomamos en carro y abandonamos esa parte de la ciudad, unos pocos kilómetros mas allá, nos esperaba la playa, una playa de arenas negras, negras, negras, parecían chinchanas, allí nos bañamos por un buen rato hasta que le pedí a Luz que abandonáramos y retornáramos a la casa, se nos iba a hacer tarde. Así lo hicimos, dejamos la zona tras de nosotros, muy contentos de haber emprendido la travesía, La pasamos “Bomba”.


¡Qué calor!... sí mis queridos amigos, hubo un día de un calor extremo en la isla, nosotros estábamos en casa con planes de salir a la playa pero primero debíamos pasar por el banco a hacer una diligencia, la casa nos resultaba calurosa este día en especial, abrimos todas las ventanas, la puerta de la azotea, la de la cocina pero nada, el aire caliente no ayudaba en lo más mínimo. Nos alistamos, sacamos el carro y anduvimos hasta la gasolinera más cercana – a unas tres cuadras – para preguntar donde encontrábamos un banco Canarias, nos dijeron que dos cuadras más allá, donde está el semáforo, había una sucursal del banco. Chévere pues, el calor estaba mermando nuestro entendimiento, llegamos al semáforo, dejamos estacionado el auto y caminamos cerca de media cuadra, casi nos desmayamos sin ser nada exagerado. Hicimos nuestra diligencia y retornamos a la gasolinera, compramos unas amigas de esas que tanto nos gustan para amortizar el clima y al llegar a casa, nos dijimos que ni locos salíamos, acá las playas tampoco ofrecen resguardo y el sol arreciaba con todo. Parece que fue la mejor decisión que tomamos en toda esta estadía, al escuchar en la noche los comentarios de la gente, de nuestros amigos y del encargado del tiempo, caímos en cuenta que había sido el día más caluroso de muchos veranos, 47 grados de calor llegó a sufrir algún pueblo, mientras que la media en la isla había sido de unos 43 °C, ¡Qué bueno que nos quedamos en casita!, ¡vivan las chelas carachos…..!

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